Quieres hacer algún cambio importante en tus hábitos y estilo de vida. Si eres como la mayoría de personas, seguramente ya lo has intentado en muchas ocasiones y en diferentes ámbitos: perder peso, comer mejor, tener un estilo de vida más activo, hacer ejercicio regularmente, aprender un idioma, leer más… No hace falta que te diga que no resulta fácil. ¿Cuántos propósitos para el Año Nuevo acaban desapareciendo durante el mes de enero?
La asimetría entre los problemas y las soluciones
Cuando nos enfrentamos a un desafío, situación o problema de grandes dimensiones – si es recurrente, ¡sin duda te parecerá que es enorme! – tendemos a pensar que la solución debe ser de la misma magnitud: problemas grandes requieren soluciones grandes. Si quiero perder mucho peso, debo seguir una dieta muy estricta, pasar hambre y hacer un programa extenuante de ejercicio. Pensamos que los grandes éxitos van precedidos de alguna gran acción.

Esta creencia es un problema, ya que dificulta la puesta en marcha y el mantenimiento de los nuevos hábitos que intentas adoptar. Sientes que estás nadando contra corriente y que la orilla está muy lejos de tu alcance. En realidad, estás equivocado.
Repite lo importante con constancia y paciencia
Piensa en alguna persona que haya tenido éxito. O en algún conocido que haya conseguido algo que tú valoras como graduarse en la universidad, montar un negocio, escribir un libro, ser reconocido profesionalmente, cambiar su aspecto físico, terminar un maratón… ¿Crees que ha sido producto de un golpe de suerte? ¿Ha hecho una cosa concreta que haya provocado el cambio?
Tal vez, por alguna extraña razón, alguien pueda haber triunfado de la noche a la mañana. Pero lo más normal es que ese éxito, la consecución de ese objetivo, haya llegado tras meses o años de hacer consistentemente algunas cosas que le acercaban hacia su meta.

Los cambios llegan… aunque no tan rápido como deseas
Cuando intentas adoptar un nuevo hábito (o deshacerte de alguno) esperas que cualquier paso se traduzca en un resultado inmediato y “visible” hacia tu nueva vida. Ayer empezaste a correr y esta mañana la báscula marca +100 gramos. “¿Cómo? ¡No puede ser! Es injusto: me he esforzado y encima estoy peor que ayer…”
¿Te reconoces? Si lo piensas de forma razonada, ya sabes que los cambios no son instantáneos. El problema reside en que tus sentimientos muchas veces no están alineados con tu parte racional: aún sabiendo que alcanzar tu objetivo requiere constancia y tiempo, te sientes decepcionado. “¡Qué menos que haber bajado 50 gramos!”. Si esta situación se va repitiendo durante algunos días o semanas es probable que acabes abandonando tus buenos propósitos.
Hay dos cosas que debes tener en cuenta para ayudarte a superar este “valle de la decepción”: el Plateau del Potencial Latente y el efecto acumulativo de los pequeños hábitos con el paso del tiempo.
El plateau del Potencial Latente
Pensamos que nuestras acciones tienen un impacto inmediato, proporcional y progresivo hacia nuestra meta. Por eso cada pequeño paso que damos, cada esfuerzo, debería ser “visible”. Aunque sea sólo un poco. Pero, en muchas ocasiones, la realidad no es así. Es lo que James Clear define como el Plateau del Potencial Latente en su libro “Atomic Habits”.

Como hemos comentado antes, tú crees que la progresión es una línea recta ascendente proporcional a tus acciones. Imaginas que cada día, con cada esfuerzo, verás una avance hacia tu meta, que harás un progreso proporcional a tu esfuerzo. Pero la realidad es otra. Esa línea es curva y tiene una forma exponencial: al principio apenas notas nada, los progresos son mínimos… “¡ridículos!“, dirías tú. Y en un momento determinado gana inercia y se disparan los resultados. Es el efecto del potencial latente que tus hábitos han ido acumulando durante semanas o meses.
No estabas perdiendo el tiempo, tu esfuerzo no era en balde, toda esa energía y tiempo invertidos se estaban acumulando. Así pues, el verdadero desafío está en mantener los nuevos hábitos el tiempo suficiente sin desanimarse. Cruza el “valle de la decepción” y conseguirás tus objetivos.
Si has intentado aprender un idioma, por ejemplo, es posible que hayas pasado por esa sensación. Llevas meses tomando clases de inglés y parece que no avanzas, que estás estancado. Pero si tienes paciencia y continúas con el aprendizaje, en un momento determinado sientes que todo se precipita, que de repente todo fluye, que has ganado soltura al hablar, las palabras salen solas,…
Lo mismo sucede cuando te inicias en un programa de ejercicio o decides cuidar tu alimentación para mejorar tu condición física o la imagen corporal. Parece que no hay cambios… ¡hasta que aparecen! Todo el trabajo de esas semanas (o meses) estaba ahí, latente, hasta el momento en que se manifiesta de una forma notable. No te detengas. Sigue adelante. Cruza el “valle de la decepción” y ocurrirán cosas fantásticas.
La importancia de los pequeños hábitos
Un hábito es una rutina o comportamiento que se realiza regularmente. Pero lo mejor de los hábitos es que se realizan automáticamente. Por este motivo le gustan a nuestro cerebro: nos permiten funcionar, desde el punto de vista operativo, con el piloto automático, hacer muchas tareas de nuestra vida cotidiana sin pensar y liberar a nuestro cerebro racional para otras tareas que precisen concentración y análisis.
Pero esta ventaja tiene sus inconvenientes: un hábito también puede ser negativo o perjudicial para tus intereses, metas u objetivos. Y no es sencillo desprenderse un hábito que llevas haciendo durante años.

Un 1% mejor cada día
¿Aceptarías una mejora de un 1% en algún aspecto de tu vida? Es probable que así, de primeras, pienses que es muy poco – “Aspiro a más”-. Hoy en día queremos conseguir muchas cosas y… ¡rápido! Nadie se plantea perder 12 kg en dos años. Ni aunque haya tardado 8 años en ganar ese peso por un estilo de vida sedentario. “Tengo 3 meses hasta el verano para recuperar la forma”. Un 1% puede no ser suficientemente atractivo… ¡Pero podría transformar tu vida!
Ten en cuenta que los malos hábitos también siguen el mismo funcionamiento: si empeoras un 1% durante un año acabarás muy cerca del cero.

Lo sé, no es espectacular, no es comercial ni suena “sexy”.
Hábitos: tus mejores aliados o tus peores enemigos
Como dice J.Clear, los hábitos son el interés compuesto de la auto-mejora. Del mismo modo que el dinero se muliplica con el interés compuesto, el efecto de nuestros hábitos se multiplica cuanto más los repetimos.
Que hoy hayas entrenado o no, o que hayas comido un poco más de la cuenta, apenas tendrá un efecto en tu persona en tu aspecto físico, estado de forma o salud. Y por este motivo es fácil acomodarse, dejar de hacer o posponer aquello que te conviene. Al fin y al cabo, los efectos no son notables de inmediato. Por el contrario, cualquier pequeña acción que te acerque a tu objetivo no es determinante en sí misma. Es la acumulación de acciones (hábitos) en el tiempo la que te acerca o aleja de tus metas.
El éxito es el producto de tus hábitos diarios, no de una transformación única en la vida. Consigues lo que repites. Como decían antiguamente las abuelas “Recoges lo que siembras”. Por esto, deberíamos preocuparnos más por nuestra trayectoria actual que por los resultados actuales.

El progreso es un gota en un vaso de agua
Una gota de agua en un vaso no se nota, no tiene un efecto notable. Pero se va acumulando en el fondo y, si se siguen vertiendo más gotas durante suficiente tiempo, el vaso se desbordará. ¿Es la última gota la causante del desborde? ¿O es la acumulación de todas y cada una de las gotas vertidas?
Como te explico aquí, para conseguir un objetivo, ¡lo mejor es olvidarse de él!