La incongruencia del ser humano
Hace un tiempo ya leí en el diario un artículo bajo el título “La actividad física aumenta la esperanza de vida hasta 4,5 años”. De aquellas líneas podríamos extraer una única idea, simple, conocida por todos, pero que no nos cansamos de repetir: ¡muévete! Así pues, compartí ese mensaje (y el enlace) en mis perfiles de Facebook y Twitter. Al poco rato, un internauta me twiteó: Permíteme que cite a mi propio padre: “tanto gimnasio y tantos partidos y luego no eres capaz de sacar al perro!”. ¡Genial! ¡Y cierto, como la vida misma!
Esta reflexión, tal vez de una persona madura abrumada por los cambios tan radicales que ha sufrido la sociedad en el último siglo, es de una simpleza y, al mismo tiempo, profundidad contundente. Las nuevas generaciones tenemos ya muy asumido que debemos minimizar cualquier esfuerzo físico que pueda cansarnos. Por algún motivo vivimos en un estado de bienestar, ¿no? El trabajo ya no depende de la mano de obra del ser humano.
Hoy gastamos entre 300 y 500 calorías menos que hace 30 años
Desde el principio de su existencia, el ser humano ha luchado por conseguir comida. Incluso hoy en día, millones de personas pasan hambre. Durante miles de años la prioridad número uno para sobrevivir ha sido encontrar comida.
¿El fitness como solución?
Seguramente este es uno de los motivos de la existencia de los centros de fitness.
El problema aparece cuando leemos que los índices de sobrepeso y obesidad siguen creciendo de forma alarmante (especialmente entre los más jóvenes), con el consiguiente aumento de un gran número de enfermedades y patologías derivadas de ello, la mayoría de las personas en nuestra sociedad ni hace deporte ni cumple los mínimos de actividad física recomendados por la OMS, y los que deciden venir a nuestros centros, apenas duran 6 meses… Sin duda, algo debemos estar haciendo mal.
Más allá de nuestra labor profesional como entrenadores, creo que debemos tomar consciencia de la responsabilidad social que tenemos. Y, si de verdad queremos invertir esas cifras tan pesimistas, debemos empezar a hacer algo más allá de nuestros centros de entrenamiento. ¡Es prácticamente imposible compensar con 2-3 horas lo que hacemos durante las restantes 165 horas de la semana! Así pues, como sucede con las dietas, debemos ir un paso más lejos. No basta con que nuestros conciudadanos hagan ejercicio… ¡Deben modificar su estilo de vida para ser más activos!
Ir al gimnasio no es suficiente
¿Cuántos de nosotros huimos de las escaleras? ¿Quién no intenta aparcar el coche lo más cerca posible de la entrada del centro comercial? ¡Aunque esté dando vueltas a la manzana durante 10’-15’! Y los sprints en los transportes públicos para alcanzar el asiento libre (al estilo de aquel antiguo pero popular juego de la silla). ¿Y los que dejan de caminar cuando pisan las cintas transportadoras de los aeropuertos? Tal vez la suma de las dos velocidades les produce vértigo… ¿Y aquellos que, entrenando en la sala de fitness, después de cada serie de bíceps corren a sentarse mientras se recuperan de la serie? ¡¿Cuántos no caminan los 15’ que hay entre su casa y el gimnasio pero nada más llegar ponen en marcha la cinta y caminan sobre ella?!
Si miramos alrededor, estamos rodeados de personas con baterías bajas, que están siempre cansadas (¡se levantan cansadas!), con pocas ganas de hacer cosas, que cualquier madrugón o esfuerzo físico moderado los deja k.o. para todo el día. ¡Y muchos no llegan a los 30 años! Cuántas veces me acuerdo de mis abuelos y de la vitalidad, energía y capacidad de trabajo que mostraban durante los largos días al cuidado del ganado y el huerto en una pequeña aldea de Lugo. ¿Tanta ha sido la involución genética? Lo dudo.
Las enfermedades cardiovasculares, enfermedades de la actitud
Hace un tiempo escuché una frase genial del
Una historia personal: Vivo en una gran ciudad, Barcelona. Me muevo en transporte público y siempre que puedo camino o utilizo el sistema de bicicletas públicas (Bicing). Hace ya algunos años que mi mujer Cris y yo hicimos un trato: cada vez que hiciéramos un trayecto con la bici en lugar de usar el metro pondríamos 1 € en una hucha (lo que aproximadamente nos habría costado el transporte público). Además de ser una excusa perfecta para ser más activos, es un medio de transporte ecológico y al final del año disponemos de un extra para algún capricho. En nuestro caso ¡Quien no se motiva, es porque no quiere!
PD: Os dejo una foto que corre por internet pero que ejemplifica perfectamente en qué nos hemos convertido 🙄
Muy bueno Alex. Menos gimnasio o más actividad física.
Y tanto, Manuel! Gracias por tu lectura y comentarios! 😉
y más actividad fisica…